7. Seville to Madrid ---✈

"El tiempo, que todo lo cambia, muda también nuestro carácter; cada edad tiene sus placeres, su particular genio y sus costumbres propias". (Nicolás Boileau).


Junto a mi hija el fin de semana pasado he vuelto a sentir el placer de tener veinte años (a los 50) y de reconciliarme con la mujer que habita en mi. Tenía las entradas en el Wizink Center de Madrid para el concierto de cierre de carrera de Funzo y Baby Loud. Toda su pubertad y adolescencia siguiendo a estos dos hermanos alicantinos. Todos han crecido bajo la misma música, ellos combinando ritmos latinos con trap y beats actuales, mi Lucy siguiéndolos por los diferentes escenarios que cantaban y con su música sonando a toda leches en su play list.  

Pues el domingo pusieron fin a su carrera conjunta y a Lucy le habían regalado las entradas para el concierto final. Su novio no la pudo acompañar por tema de estudios y allí que estaba su madre para ir a los madriles con ella. ¿Cómo? Como fuera, en plan mochileras de veinte y a la aventura, porque los presupuestos a esa edad son los que son y el mio tampoco daba para más siendo fin de mes y sin preaviso. 

En un principio Lucy tenia pensado ir en Ave, pero cuando decidió que fuese yo quien la acompañase, se gastó los ahorrillos y fuimos en avión. Quiso hacerme ese regalo. Resulta que mientras para muchas personas volar no es más que un recurso de transporte común en sus desplazamientos. Para ésta que escribe, volar era algo que a los cincuenta años todavía no había experimentado. Me hacía ilusión, ya que de joven no tuve oportunidad de hacerlo (me daba pánico) y después la vida no me ha tratado muy bien en lo que a viajar se refiere. La cuestión es que para mi, era la primera vez, Lucy la hacedora de que fuese una realidad el sábado pasado. Otro acontecimiento más que nos vincula y nos hace ser las mujeres que somos cuando estamos juntas. 

Contra todos como una de las canciones de los anfitriones del evento, nos subimos a un avión en el aeropuerto de Sevilla rumbo a Madrid. Sin equipaje, con lo puesto, un abrigo en la mano (porque en Sevilla hace aún una caló de cojones) y algo de dinero para comer hasta donde diese. Estaba dispuesta a dormir en el suelo del aeropuerto por ella, con tal de acompañarla y que no se perdiese el evento. 

Lucy se encargó de todo, quería que yo solo disfrutase de la experiencia. Sin embargo sabía que era super caro para el ajustado presupuesto que teníamos y que habría que estar a la altura de la aventura sobre la marcha. Porque los jóvenes tienen ese entusiasmo común de la edad, que todo se ve posible, viable, y a mi... me encantó volver a contagiarme de él. De los veinte años de mi hija que me estaba brindando la oportunidad de vivir una escapada de mujeres con ese espiritu que a mi tanto me gusta. 

Llevé una bolsa como único equipaje, con una muda interior, la medicación, y lo más básico del aseo personal, el cargador del móvil y ni un peine porté. Con eso lo digo todo cuando manifiesto que íbamos a la aventura. Porque Lucy llevaba todavía menos que yo. Como se puede ver en la imagen de más abajo. 

He realizado este montaje con dos fotografías de nuestro momento de embarque. Es curioso, estas dos instantáneas son peculiares porque cada una la hicimos por separado desde nuestro móvil, sin previo aviso, las dos por separado tuvimos la misma idea de fotografiar a la otra de espaldas. Eso aunque a priori pase desapercibido, dice mucho de quiénes y de cómo somos.

Lucy se parece mucho más a mi de lo que acepta, mucho, al menos en forma de ser. Porque en físico es más guapa, clavadita a su padre. Cuando más tarde vi las fotos que había hecho publicadas en su perfil privado de Instagram, me arrancó una sonrisa comprobar que ambas tuvimos la misma idea en aquel momento.

Antes de salir mi hija no paró de recalcar que no fuese a liarla. Y no, no se refería a que me hiciera un Melendi para subir al avión. Ya no me daba miedo. Era porque mi sentido del ridículo y el de ella si que difieren, y mi forma de reírme de mi misma y de las situaciones, también. No habíamos salido del aeropuerto de Sevilla y ya la estaba liando, según Lucy. Pero ella bien que se rió y que no me paró de grabar y de fotografiar para ir compartiéndolo en su privado de Instagram; donde los amigos de Lucía García ya conocen las gamberradas y frikadas de su madre. Porque solo hay una madre como la de Lucía García, de nuevo según ella. Jejeje.

100€ llevaba para estar dos días y una noche en Madrid y sin salir de la cafetería del aeropuerto ya me había gastado casi 20€, en dos cafés fríos, una magdalena de yogur y un vaso de fruta. Nos reíamos pensando en que tendríamos que hacer algún numerito circense para ganar unas perras si no queríamos pasar hambre, jajaja. Encima con lo caro que me pareció me pusieron los cubiertos de madera... con la grima que me da tocarlos. Lucy en plan fina, diciendo que el aeropuerto es así, caro. Para colmo la gente hablaba muy bajito a nuestro alrededor. Bueno, según ella era yo la que hablaba demasiado fuerte. No paraba de decir que me comportase y a mi me hacia gracia. 

Me daba la risa el ver su cara mientras yo protestaba por los casi cuatro € de la puta magdalena. Amenazando con lanzarla por los aire hacia la vitrina si resultaba estar como una piedra con lo que había costado. Ella sentada frente a mi, protestando, tratando de no dar mucho pie a mi cinismo. Y yo a risa partida, haciendo la gansa con mi magdalena deluxe que era del tamaño de una pelota de tenis. Diciéndole que me la comía a bocados así me partiera un diente o se me desquijase la mandíbula, antes de tocar los cubiertos de madera. 

Su: "mamá, que no se te puede llevar a ningún sitio..." que tanto repite cuando salimos juntas, contrastó con las publicaciones en su perfil de las redes sociales. Allí subió fotos como éstas de abajo, presumiendo de madre, de mis ocurrencias, de lo mucho que se divierte conmigo. Porque después de todo, ya lo he dicho, nos parecemos mucho. Eso sin contar con que nadie de sus amistades, según ella,  tiene una madre como la suya a la que puede contar todo y que la apoya siempre en su libertad del individuo. 

La llegada a Madrid fue una locura después de la experiencia de volar por primera vez. Podría escribir varios post solo de las cosas que sentí al despegar y verme mirando por la ventana del avión. Pero no voy a hacerlo, al menos no ahora. Me voy a limitar a decir que disfruté mucho. Me emocioné más... y lloré. Sí, llevaba mucho sin llorar. Pero al verme allí arriba, mirando el mundo desde aquella perspectiva, pensé muchas cosas. Sentí muchas emociones. Recordé a personas... y lloré de emoción. 

En este ENLACE puedes ver algo de lo que grabé cuando empezamos a despegar y en este otro ENLACE también. Son dos vertientes de quien soy (en la primera como madre, mi hijo me pidió que le grabase el despegue. La segunda como hija, fue de mi padre de quien más me acordé allí arriba y para quien grabé ese video, ya que él tampoco ha volado nunca), siempre siendo yo y viviendo intensamente cada momento sin importarme quien haya alrededor. 

Cuando digo que lo de Madrid fue una locura lo digo con justificación. Lucy había reservado una habitación en Airbnb. Al módico precio de 50€ para ambas que incluía toallas, desayuno y baño. Era algo tirado de precio y lo que nos podíamos permitir en lugar de quedarnos en un banco. Lo malo era que la puerta de la habitación no tenía pestillo, por eso era barato, fue lo que le dijo la propietaria a mi hija cuando ambas hablaron por la App. 

Bueno... eso y que estaba en un bloque de pisos en Vallecas. Jejeje... Mi hijo nos dijo que estábamos locas. Que era mejor que nos quedásemos despiertas en el aeropuerto o dando vueltas por ahí hasta la hora del concierto. Que en Vallecas había bandas latinas de mala fama. La opinión  de su padre, bueno... mejor ni reproducirla. Traté de quitarle importancia diciendo que esas cosas son como cuando hablan del Cerro Blanco en Dos Hermanas o de las 3.000 viviendas en Sevilla. Que habrá de todo tipo de personas, y que como no llevábamos nada de valor, tampoco teníamos que preocuparnos tanto, jejj. 

Aunque la verdad y todo sea dicho, íbamos un poco a la expectativa de ver cómo era el sitio. Si no nos convencía, ya cambiaríamos los planes sobre la marcha. 

Cuando en 1994 Elvira Lindo lanzó desde sus letras a Manuel  García Morero, alias: Manolito gafotas, el cabezón, el cuatro ojos o el último mono, yo tenía veinte años, aún así el personaje y sus historias me cautivaron. Hasta tal punto, que mi hermana vivió su infancia leyendo conmigo mis libros de la saga del niño que vivía en Carabanchel alto y sufriendo muchas de las mismas historietas, porque para mí, ella era mi "imbécil".

El caso es, que si a mí me hacía ilusión conocer algo de Madrid, manda huevos, que fueran precisamente los barrios más humildes lo que más me interesaba. Sí,  así como lo lees. Vallecas era otra cuenta pendiente. Quizás por eso no me preocupó tanto. Quería conocer cómo era ahora esa zona. Una que en tiempos de dictadura y de fascismo, se ganó a pulso méritos por su resistencia: y que tan bien fotografió Capa. Me apetecía pasar por allí a echar un vistazo. 

Al llegar al aeropuerto la señora del piso envío su número de teléfono a Lucy. Mi hija la llamó y sí, lo admito. Al escuchar el deje latino americano, me preocupé por cómo sería el lugar en que nos íbamos a hospedar. Así que mientras esperábamos en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas que el Uber nos recogiese. Una habitación incierta, sin pestillo, en el domicilio de una señora con deje hispano latino, nos esperaba. 

Miré a mi hija con los ojos torcidos cuando terminó la llamada y colgó. Las dos aguantamos la risa en un silencio cómplice. "A ver dónde coño nos vamos a meter." Solté. Las dos rompimos en risas nerviosas. Lucy dijo que de todos modos íbamos a la aventura, queriendo quitar importancia. Pero yo no estaba realmente preocupada, porque me sentía joven.


Continuará...

Comentarios

  1. Bueno , lo
    que cuenta ,
    es que les
    gustara.

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  2. Por cierto,
    mientras
    despegabas,
    me recordaste
    a Chiquito, con
    ese mecaguen
    sus muelas, te
    faltó el epetecaun
    lago negro blanco.

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  3. Viendo las fotos, veo felicidad, esa felicidad de las escapadas a los 20 años, de tener el mundo por delante como una inmensa línea recta... Me parece maravilloso tener esa sonrisa con cincuenta.

    Vallecas, bueno, ya no es lo que era, en general Madrid se ha domesticado bastante, deseando estoy saber tu opinión.

    Un abrazo

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  4. me alegra mucho que hayáis tenido una buena estancia en madrid y disfrutado del concierto.
    yo voy mucho a vallecas últimamente, la academia de dibujo la elegí allí aposta. tengo ganas de hacer una inmersión en los barrios humildes, para desmentir muchos prejuicios que me inculcaron de joven. (aunque en el fondo nunca me los creí del todo)
    bueno, y aunque tengáis vuestros momentos de "ay mamá, como eres" y "ay lucy, cómo eres", se nota que os queréis mucho y tenéis una relación fluida. ayer en la quedada estheriana estaban dos hermanas que siempre van juntas. discuten mucho, pero al minuto vuelven a estar tan amigas. les decía que envidio sanamente eso, la naturalidad de poder discutir o estar en desacuerdo, pero sin llegar a enfadarse. para eso hace falta un entorno familiar sano.
    pues lo dicho, me alegra que os volváis con tantos recuerdos y momentos bonitos. por cierto, no sabía que tenías canal de youtube! me he suscrito, para las cosillas que puedas subir. :)
    besos!!

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